Smart city, Data city

EdHzsJ-XgAAauRNPara varias candidaturas en las últimas elecciones municipales, el proyecto de hacer de Sitges una smart city fue uno de los principales argumentos. Desgraciadamente, aquellas intenciones, una vez en el gobierno municipal, han quedado difuminadas en muy poco. Es cierto que la aparición del SARS-CoV-2 ha podido trastocar alguno de los planes iniciales, pero también lo es que ahora más que nunca hace falta una transformación económica y social para poder salir del agujero donde la pandemia dejará a los conformistas. Uno de los aspectos que debemos mejorar todos es la consideración de los datos que habrá que gestionar para convertirse realmente una smart city. Antes hay que convertirse en una data city: sin datos a gestionar no vale la pena ni plantearlo.

El tratamiento de los datos cuando sirven para predecir el tiempo, para salvar a las víctimas de un accidente o para felicitar el cumpleaños de un amigo cuando nos lo dice Facebook, casi a nadie le puede resultar agresivo. Ahora, otra cosa es cuando datos relativos a nosotros mismos o a nuestro comportamiento, incluso de manera anónima, pueden circular por la red. En este tema ha sido muy significativo el rechazo al uso de la telefonía móvil como herramienta para el seguimiento de los casos de Covid-19. En otros países, mucho más avanzados en este aspecto como Corea del Sur, utilizando masivamente información del GPS del móvil y de las tarjetas de crédito, han sido capaces de gestionar mucho mejor la pandemia.

Si Sitges quiere realmente convertirse en una smart city debe empezar por tener datos propios, muchos y diversas, con el fin de poderlos gestionar por el bien de la ciudadanía en general. Hay que ser abiertos y tolerantes con la tecnología. Hay que dar acceso a la información de lo que hacemos para recibir los beneficios de lo que puede hacer una gestión inteligente de la misma en su conjunto.

(Publicado en l’Eco de Sitges, 17 de julio 2020)